Mientras la señora Irma Chávez restriega con resignación la ropa de sus familiares, nos va contando las singulares penurias en las que se encuentra inmerso el asentamiento humano San Genaro II en Chorrillos. Aunque en realidad, nos cuenta más sobre el sufrimiento de ella y no nos resultó ocioso recorrer por las calles polvorientas para darnos cuenta de que ella es el reflejo de todos los vecinos. “Para lo que más hace falta es para lavar, joven. Felizmente hace frío y mis hijos no salen mucho”, no reniega, solo levanta la vista, mira el horizonte y sonríe con ironía: al frente el sarcasmo urdido por las circunstancias, un océano inmenso e infinito al lado de un cerro habitado por gentes que se mueren de sed por la ausencia del servicio de agua potable.
La señora Irma llegó a Lima hace ocho años procedente de Huancayo. Recuerda que la situación en la sierra era similar, pero bastaba ir a un riachuelo para abastecerse con cantidades suficientes de agua cristalina. En la capital eso no funciona, Lima es un desierto consumista y contaminante, donde los pocos ríos que tiene suelen estar secos y llenos de basura. “Hace tiempo vinieron a hablarnos de proyectos, dijeron que nos pondrían agua pero siempre hacen lo mismo”. Las promesas abundan cuando se trata de conseguir un voto, la comunidad se siente utilizada ante las constantes promesas de políticos que se aprovecha de la desesperación de la gente.
La única forma en que la señora Irma puede abastecerse de agua es cuando llega el camión cisterna, coge dos galones, carga en los bolsillos cuatro soles y corre para llegar lo antes posible hasta la fila que forman todos los vecinos para comprar el agua. Un galón les cuesta dos soles, pero obviamente les resulta insuficiente para cocinar, asearse, lavar la ropa y limpiar las modestas casas. Dos galones también les es insuficiente, principalmente en verano, y tres es inalcanzable pues la pobreza no les permite darse ese “lujo”. Sin embargo los camiones no llegan a diario, a veces lo hacen dejando un día, otras veces tardan dos y hasta tres días en llegar con lo que la desesperación y las condiciones salubres empeoran.
Ya terminó de restregar toda la ropa, tres montículos apilados en dos tinas grandes. “ahora tengo que esperar que llegue el camión para terminar”, nos dice con una voz plagada de tristeza. El agua se le terminó y al menos hoy no podrá enjuagar la ropa que está llena de detergente y terminar su trabajo. Nos dice que es posible que hoy llegue el camión cisterna pues la última vez que visitó el lugar fue el miércoles. Hoy es viernes y decidimos quedarnos hasta tarde para ver cómo la gente se atiborra al lado del camión. Sin embargo, el cielo empieza a oscurecerse y parece que el agua no llegará.
“Hace tiempo dijeron que ya iban a poner agua, que los proyectos estaban avanzados. Han pasado años y nada tenemos todavía”. Aún no se entiende por qué las obras de agua y desagüe que Sedapal aprobó aún no empiezan y que hace seis años prometieron iniciar. La gente ya no confía en eso y parece que su voz empieza a mermar. Según un funcionario de Sedapal, todavía todo está en tramites y que los proyectos no solo beneficiarán a los habitantes de San Genaro II, también a otros asentamientos humanos de Chorrillos, Surco y Miraflores.
La señora Irma se despide de nosotros no sin antes suplicar que hagamos algo o que al menos el pedido le llegue al presidente Alan García. Lo último que menciona sobre el agua nos desconcierta. “El agua que nos deja el camión parece agua contaminada, de dónde lo sacarán”. No solo lo escuchamos de ella, ya varias personas del lugar nos dijeron lo mismo, pero no tiene de otra. No pudimos comprobar aquella agua de dudosa procedencia que les dejan siempre.
El lugar huele mal, no hay asfaltado, no existe un sistema de desagüe con lo que en muchas casas han construido silos o simplemente botan los orines afuera, la abundancia de perros resulta intolerable pues llenan las calles de excremento, en la cima del cerro, en el mirador, termina toda la basura de las 19 hectáreas del asentamiento. Todos estos componentes mezclados con el olor del mar constituyen una hediondez insoportable. Así vive la gente en este asentamiento humano, una comunidad olvidada, ajena a la realidad de muchos lugares de la capital. Precisamente es en las capitales donde se supone todo debe estar avanzado, donde todos llegan a beneficiarse con la extensión del capital.
Muchos dicen que Lima ha avanzado, sin embargo es inaceptable que dentro de la capital haya casos como estos. El problema del agua no es propio del cerro San Genaro, así como este asentamiento humano hay muchos en la ciudad, es un problema mayúsculo del cual las autoridades hacen oídos sordos a las quejas y a los pedidos o burocratizan demasiado los tramites quizá para ver cuanto bneficio pueden sacar. Será acaso la solución privatizar Sedapal para que sus servicios mejoren y tengan mayor presupuesto para que las redes acuíferas alcancen para todos. Es difícil saber si sería la mejor postura, pues las condiciones económicas de la gente quizá no les permita costear la facturación del servicio de agua y desagüe.
La falta de agua puede conllevar distintos peligros. Desde las pésimas condiciones de salubridad de la zona hasta un voraz incendio que de ocurrir las llamas simplemente lo devorarían todo pues su peor enemigo estaría ausente. Existen varios casos de niños con enfermedades que atacan a la piel, de ancianos que sufren de la espalda pues les cuesta cada vez más bajar el cerro y subir cargando sus galones de agua y muchas personas sufren males estomacales. ¿Agua contaminada?, ¿falta de aseo en sus alimentos? ¿Podredumbre?, sea cual fuere el caso los riesgos abundan en esta zona de Lima.
Cuando decidimos retirarnos nos dimos cuenta de lo que más sobresalía fuera de las casas. Unos enormes bidones donde almacenan el agua. Lo triste es que todos, o la mayoría de ellos, están sucios, expuestos al polvo y a las moscas que de seguro llegan desde el basural.
Son ya dieciséis años, desde el nacimiento del asentamiento humano, que la gente ha convivido con esto, más de mil familias parecen que están viviendo en otra época, parecen estar fuera del siglo XXI. El mar solo les recuerda lo irónica que puede ser la vida, aunque la ironía más grande muchos de ellos la desconocen: sobre el cerro San José, en medio de San Genaro II, se postra un reservorio de agua que abastece a otras zonas de Chorrillos.
La señora Irma llegó a Lima hace ocho años procedente de Huancayo. Recuerda que la situación en la sierra era similar, pero bastaba ir a un riachuelo para abastecerse con cantidades suficientes de agua cristalina. En la capital eso no funciona, Lima es un desierto consumista y contaminante, donde los pocos ríos que tiene suelen estar secos y llenos de basura. “Hace tiempo vinieron a hablarnos de proyectos, dijeron que nos pondrían agua pero siempre hacen lo mismo”. Las promesas abundan cuando se trata de conseguir un voto, la comunidad se siente utilizada ante las constantes promesas de políticos que se aprovecha de la desesperación de la gente.
La única forma en que la señora Irma puede abastecerse de agua es cuando llega el camión cisterna, coge dos galones, carga en los bolsillos cuatro soles y corre para llegar lo antes posible hasta la fila que forman todos los vecinos para comprar el agua. Un galón les cuesta dos soles, pero obviamente les resulta insuficiente para cocinar, asearse, lavar la ropa y limpiar las modestas casas. Dos galones también les es insuficiente, principalmente en verano, y tres es inalcanzable pues la pobreza no les permite darse ese “lujo”. Sin embargo los camiones no llegan a diario, a veces lo hacen dejando un día, otras veces tardan dos y hasta tres días en llegar con lo que la desesperación y las condiciones salubres empeoran.
Ya terminó de restregar toda la ropa, tres montículos apilados en dos tinas grandes. “ahora tengo que esperar que llegue el camión para terminar”, nos dice con una voz plagada de tristeza. El agua se le terminó y al menos hoy no podrá enjuagar la ropa que está llena de detergente y terminar su trabajo. Nos dice que es posible que hoy llegue el camión cisterna pues la última vez que visitó el lugar fue el miércoles. Hoy es viernes y decidimos quedarnos hasta tarde para ver cómo la gente se atiborra al lado del camión. Sin embargo, el cielo empieza a oscurecerse y parece que el agua no llegará.
“Hace tiempo dijeron que ya iban a poner agua, que los proyectos estaban avanzados. Han pasado años y nada tenemos todavía”. Aún no se entiende por qué las obras de agua y desagüe que Sedapal aprobó aún no empiezan y que hace seis años prometieron iniciar. La gente ya no confía en eso y parece que su voz empieza a mermar. Según un funcionario de Sedapal, todavía todo está en tramites y que los proyectos no solo beneficiarán a los habitantes de San Genaro II, también a otros asentamientos humanos de Chorrillos, Surco y Miraflores.
La señora Irma se despide de nosotros no sin antes suplicar que hagamos algo o que al menos el pedido le llegue al presidente Alan García. Lo último que menciona sobre el agua nos desconcierta. “El agua que nos deja el camión parece agua contaminada, de dónde lo sacarán”. No solo lo escuchamos de ella, ya varias personas del lugar nos dijeron lo mismo, pero no tiene de otra. No pudimos comprobar aquella agua de dudosa procedencia que les dejan siempre.
El lugar huele mal, no hay asfaltado, no existe un sistema de desagüe con lo que en muchas casas han construido silos o simplemente botan los orines afuera, la abundancia de perros resulta intolerable pues llenan las calles de excremento, en la cima del cerro, en el mirador, termina toda la basura de las 19 hectáreas del asentamiento. Todos estos componentes mezclados con el olor del mar constituyen una hediondez insoportable. Así vive la gente en este asentamiento humano, una comunidad olvidada, ajena a la realidad de muchos lugares de la capital. Precisamente es en las capitales donde se supone todo debe estar avanzado, donde todos llegan a beneficiarse con la extensión del capital.
Muchos dicen que Lima ha avanzado, sin embargo es inaceptable que dentro de la capital haya casos como estos. El problema del agua no es propio del cerro San Genaro, así como este asentamiento humano hay muchos en la ciudad, es un problema mayúsculo del cual las autoridades hacen oídos sordos a las quejas y a los pedidos o burocratizan demasiado los tramites quizá para ver cuanto bneficio pueden sacar. Será acaso la solución privatizar Sedapal para que sus servicios mejoren y tengan mayor presupuesto para que las redes acuíferas alcancen para todos. Es difícil saber si sería la mejor postura, pues las condiciones económicas de la gente quizá no les permita costear la facturación del servicio de agua y desagüe.
La falta de agua puede conllevar distintos peligros. Desde las pésimas condiciones de salubridad de la zona hasta un voraz incendio que de ocurrir las llamas simplemente lo devorarían todo pues su peor enemigo estaría ausente. Existen varios casos de niños con enfermedades que atacan a la piel, de ancianos que sufren de la espalda pues les cuesta cada vez más bajar el cerro y subir cargando sus galones de agua y muchas personas sufren males estomacales. ¿Agua contaminada?, ¿falta de aseo en sus alimentos? ¿Podredumbre?, sea cual fuere el caso los riesgos abundan en esta zona de Lima.
Cuando decidimos retirarnos nos dimos cuenta de lo que más sobresalía fuera de las casas. Unos enormes bidones donde almacenan el agua. Lo triste es que todos, o la mayoría de ellos, están sucios, expuestos al polvo y a las moscas que de seguro llegan desde el basural.
Son ya dieciséis años, desde el nacimiento del asentamiento humano, que la gente ha convivido con esto, más de mil familias parecen que están viviendo en otra época, parecen estar fuera del siglo XXI. El mar solo les recuerda lo irónica que puede ser la vida, aunque la ironía más grande muchos de ellos la desconocen: sobre el cerro San José, en medio de San Genaro II, se postra un reservorio de agua que abastece a otras zonas de Chorrillos.